lunes, 31 de octubre de 2011

p.m.

Esta noche
hemos tenido un sexo salvaje
y por eso
estás tan sofocada.

Ya sabes
hoy en el mismo sitio
a la misma hora.

Si te acuerdas,
te traes eso.

Te espero.

jueves, 27 de octubre de 2011

UN ADÚLTERO AMERICANO. JED MERCURIO. ANAGRAMA


Título: Un adúltero americano

Autor: Jed Mercurio

Traducción: Jaime Zulaika

Editorial: Anagrama

Págs: 368

Precio: 19,50 €



Morbo elevado a la enésima potencia con una dosis de literatura lo suficientemente buena como para continuar leyendo y no parar.

Política, mucha, sexo, del bueno, y secretos, muchos secretos de estado que dejan de serlo solo para ti. Como decía, el morbazo está asegurado. El escritor lo ha hecho muy bien, ha seleccionado un personaje que lleva siendo objeto de análisis desde los años 60, cuya mujer sigue siendo icono de la moda, y cuya familia parece estar metida en un agónico bucle en el que cuando no hay muerte trágica, hay divorcio sonado, o desaparición en las aguas del Atlántico, o enfermedades mortales, o más asesinatos. Así que solo necesitaba saber escribir, y Jed Mercurio lo ha hecho. Ha elegido bien cómo dosificar la información histórica, perfectamente corroborada, con la ficción literaria y mantener las emociones a flor de piel.

Con una prosa espectacularmente adictiva, consigue que nos encontremos debajo de la cama del mismísimo presidente de los Estados Unidos, Jonh.F.Kennedy. Una biografía novelada del hombre que consiguió hacer del sexo adúltero un arte y un asunto de estado que todo el mundo miraba a través de un tupido velo.

Pasó a la historia, y como un personaje histórico ha sido tratado por Mercurio. Era necesario introducir una cantidad de morbo determinada, la justa para no caer en la obscenidad, pero la necesaria para que la política fuera un aliciente más que aumentara la líbido de cualquier lector que se acercara al libro.

Son todos los que están, pero no están todos los que fueron: Marilyn Monroe, Jaqueline Kennedy, Frank Sinatra… un cóctel digno de una lectura atenta e interesante que va aumentando su calidad a medida que vamos avanzando.

No interesa tanto el hecho,el adulterio podría hacerlo cualquiera de los muchos hombres mujeriegos que pensaban que la monogamia era lo último que se tenía que mantener en un matrimonio.

Era el presidente americano, un presidente por encima de cualquier circunstancia.
Pero cuando entraba en cualquier habitación de hotel no era más que una persona altamente sexual cuyo bienestar emocional dependía, exclusivamente,de mantener relaciones sexuales diarias, a poder ser, cada vez con una persona diferente.
Así, Jed Mercurio lo que ha hecho ha sido centrar sus investigaciones y su redacción en los aspectos sexuales de protagonista desde una perspectiva médica, analizando el por qué de la patológica necesidad sexual, que desembocó en un deseo enfermizo, algo que le esclavizaba hasta límites insospechados.
Por supuesto, estos devaneos necesarios eran consentidos, tanto por los estadounidenses como por su mujer, Jaqueline, que hacia oídos sordos a los rumores así como encontraba consuelo en las boutiques más caras de la ciudad.

Es interesante remarcar que el autor ha tenido a bien no establecer en su escritura ningún juicio de valor hacia el presidente, como así lo hizo la opinión pública americana, siendo esto lo que le permitió mantener la doble vida que llevó y que tan bien reflejada ha quedado en este libro.
Sin embargo, me atrevo a contradecir esta reflexión, en tanto en cuanto que es posible que esa doble vida no fuera tal, pues él en ningún momento hizo proclamas morales ni opinó sobre temas relacionados con los comportamientos sociales. Solo era un político, no un fabulador.

¿Separaba su trabajo de su vida, sus acciones de sus impulsos? No podemos dejar de pensar que sus impulsos-deseos,su enfermedad-adicción, debían convivir con sus obligaciones políticas, así que,echemos la vista atrás en nuestras vidas y pensémos: ¿hasta qué punto nuestras adicciones pueden separarse de nuestras obligaciones laborales? Lo más que podemos hacer es aprender a manejarlas, a vivir con ellas, a darles la atención justa que merecen, mantenerlas a raya.

Las adicciones no se pueden superar, pero sí manejar. Y Kennedy era un especialista en manejar situaciones adversas, así lo hizo con su adicción a las mujeres, con sus patológica necesidad de sexo, con sus dolores crónicos de espalda. Circunstancias todas ellas que le estaban deshaciendo por dentro, pero que le mantenía a flote ante el mundo.

Quizá sea que cuanto más destrozados estamos por dentro, más fuerza mostramos por fuera, aunque solo sea por el miedo a que descubran lo frágiles que podemos llegar a ser.
Cuando los heraldos negros se presentan sin avisar.

Elvira Ramos

miércoles, 5 de octubre de 2011

Medianoche en París.

He llegado aquí
y un escalofrío ha recorrido
mi cuerpo y entristecido
mi alma.

En un momento
recordé tu abrazo en aquel
bar abierto al mundo
y he sabido
que no lo recibí por miedo
a que fuera a deshacerme.

Siempre me pasa.
Nunca sé lo que es verdad
si no lo pido
siempre sé lo que es mentira
cuando lo hago.

Así, no dejo de verme
en todas las pinturas que
hoy
como no podía verte a ti
he buscado en los libros
que viajan
como yo
buscando un lugar
en el que estar
sin miedo a equivocarse.

Y llevo más de cuatro horas
pensando en tus palabras
en mis actos
pero no lo sabes hasta
que no lees
y no lo reconozco
hasta que no escribo.

Si pudiera alguna vez
reconocerte mi cordura
sabrías
que no se trata
de huir
sino de no querer quedarse
donde sabemos
que no estamos
todavía.

No te canses de esperar
no me canso de seguir
mirando tus ojos
cuando están lejos

Entonces sí que están
y además conmigo.

Como yo en París
contigo
ahora.

lunes, 3 de octubre de 2011

Mateo

No has llegado
pero noto, querido mío,
que tu desgana de venir
al mundo
es igual de grande
que mi necesidad de comprenderlo.

Yo vuelvo a estar sola
pero me calma saber que
en algún lugar,
alguien como tú,
entiende qué es
eso del amor
aún sin haber nacido.

He escuchado tu corazón
latir al ritmo
de mi nombre.
He sabido que de nada sirve
sentirse poderoso,
llevar sombrero,
fumar después de amar,
leer poesía.

Uno juega,
con todo, a ser
quien no es
para encontrarse.

Mientras,
escribes las líneas
de un guión
sin haberte inventado
una firma
siquiera.

Eres tranquilo,
te sabes feliz,
tus cigarros serán
largos y pausados.

Tus amores sabrán
quien eres,
solo por la serenidad
de tus caricias.

Gritarás cuando salgas
del refugio, sí,
somo he llorado yo al salir
del mío.
Como ría quizás
cuando te vea.

Porque has de saber
que no habrá más paz
que la compres,
ni más guerra
que la des,
ni más amor del que
he guardado para ti
desde que compartimos emociones.

Ni más ganas de decirte
que la vida no es
lo que aquí encuentres.
La vida, es lo que dejas
cuando tengas,
como yo ahora,
que marcharte.


Esa será una
de tus pocas decisiones.

Huye.

domingo, 2 de octubre de 2011

Daria lo que fuera

Quédate conmigo
Aún hay tiempo.


Nueva York
Londres
París.


Llama a ese taxi.
O me voy
o te pierdo.

Siento.

sábado, 1 de octubre de 2011

Maria Moliner

Autodestrucción: 1. f. Destrucción de sí mismo.


Me dices con ojos envueltos
en lágrimas invisibles
que la autodestrucción y tú
sois sujeto y predicado.
A veces.

Escucha, escuchame.

Nunca imaginé que la mía
me trajera a ti,
desde la primera escena.
A ti,
que te jactas de ser
la que decide si rompe o arregla
el cierre de esa maleta
que cuelga al cuello de cualquiera
que sepa
que las lágrimas que más cuesta beber
no son las que tienen sabor a despedida.
He sido feliz
de ser feliz contigo.
Me has devuelto la emoción
por algo que creía ya olvidado
la palabra.

Y te he querido
sin poder
siquiera.

No es contigo
ni sin ti,
no seré nadie sino tú
con algunos años menos
buscando otra acepción a la palabra
sonriendo
sorbiendome las lágrimas
que más cuesta beber
que son las que llores
cuando como yo
veas que estás dentro de esa maleta
que sigues dando vueltas en la cinta de equipajes
que con que te muevas un poquito
te salvo de quedar en objetos perdidos,

Que me des un beso
que me salvas

Mi diccionario tiene una hoja menos
desde que eres mi para siempre.