martes, 22 de noviembre de 2011

Reseña de " Una novela francesa".


Título: Una novela francesa
Autor: Frédéric Beigbeder
Traducción: Francesc Rovira
Editorial: Anagrama
Págs: 224
Precio: 18,50 €

Cuando a una el destino le pone entre las manos un libro como el de Beigbeder no puede
menos que dar gracias al dios de las letras, que siempre me pone en evidencia conmigo
misma.
La lectura de este libro es una clase magistral sobre los juegos de la memoria y nuestra
incapacidad para ver nuestros errores como propios y no como de todos los demás.
Este es un libro cartográfico, un mapa de sentimientos y emociones que todos alguna vez
hemos tenido.
No estoy segura, y tras leer este libro menos, de que mis recuerdos de infancia sean tales, y
no invenciones mías que decoran la realidad o la tapan con telas de colores. Temo que sea
así.
Yo no he necesitado que me metan en la cárcel, como al autor del libro, para poner mis
recuerdos en orden así como mis ideas sobre el presente y de cara al futuro. No he pasado
por el divorcio de unos padres, ni por el encumbramiento de un hermano justo cuando yo
peor lo estaba pasando. Pero sé lo que significa que las cosas no vayan como esperabas, que
los caminos que tú recordabas seguros estén rodeados de arenas movedizas.
Con la lectura de este libro echamos la vista atrás también en nuestras vidas, como el autor,
y no nos va a gustar lo que vayamos descubriendo. Porque la honestidad es siempre la
mejor compañera para con los demás, pero cuánto nos cuesta emplearla en nosotros
mismos.
La naturaleza humana es así, derrochadora de imaginación cuando se trata de ponerse ella
misma en orden. Da igual proceder de una familia pobre o rica, tener un empleo estable o
no, ser una persona liberal o seguir empeñado en quitar la libertad a otros, de nada sirve
cuando la vida se sienta frente a ti en una celda fría y oscura y te dice que ha llegado el
momento de rendirte cuentas a ti mismo, que como sé por propia experiencia, es mucho
más difícil que rendírselas a otro.
Porque a pesar de vivir en una sociedad que nos protege de nosotros mismos a base de
leyes, órdenes, decretos, prohibiciones y sistemas judiciales que ni son sistemas ni en
ocasiones juzgan, el ser humano necesita saber cómo es. Por eso desde pequeño se salta las
normas, las acata según le convenga, inventa una vida y destruye la que ya tiene.
Necesita comprender cómo ha llegado a donde está. Y para ello, nuestro autor repasa, y uso
repasa en el sentido de que no dejara títere con cabeza, la Francia de hoy retrocediendo para
ello a su infancia entre algodones, en dos familias adineradas, con viajes y atenciones
dignas de un niño bien, como él mismo se define en esta novela autobiográfica y
demoledora.
Somos lo que siempre hemos sido, y ya desde pequeños estamos llamados a la suerte o la
desgracia, todo depende de los recuerdos que elijamos como reales, de las acciones que
neguemos haber realizado y de cómo nos enfrentemos a nosotros mismos cuando sea
necesario.
Porque "es difícil reponerse de una infancia infeliz, pero puede resultar imposible
reponerse de una infancia protegida". Así que lo único que no debemos olvidar, a pesar de
los errores que tengamos apuntados en la lista de "pendientes de cometer", es el amor, en
cualquier acepción de la palabra, porque "es un electrochoque que resucita el recuerdo".
Eso es lo único que puede salvarnos, aquí no hay ley que valga, ni condena ejemplarizante,
lo único que tenemos que aceptar es la frase de Wilde, aquella sentencia que decía que es
imposible volver buenas a las personas por decreto parlamentario.
Porque con cerrar los ojos a lo real no basta, nuestros recuerdos no se borrarán con nuestra
intención de dejar de tenerlos en la memoria.
Valiente propuesta la que nos ha hecho Frédéric Beigbeder con esta novela de su vida,
soez, en unas ocasiones, lírica en otras, con algunas páginas de esas que formarían un libro
maravilloso junto a las de otros tantos libros. Un libro que cierra mentiras y que abre otras
nuevas, pero esta vez, bajo la batuta de la conciencia humana. Estrepitosamente doloroso
cuando nos hace ver que todos somos protagonistas de una novela, que la literatura es
ficción, que en ocasiones preferiríamos vivir la vida según los capítulos de nuestros libros
más amados, que sobre todas las cosas, la literatura y los libros son la única manera de
hablar a aquellos que somos incapaces de hablar. Por cierto, esta última frase, también la
podéis leer, más o menos, en este libro de vida.
Elvira Ramos