jueves, 17 de noviembre de 2011


Título: Las experiencias del deseo. Eros y misos
Autor: Jesús Ferrero
Editorial: Anagrama
Págs: 224
Precio: 17 €

Decía Luis Cernuda en Los placeres prohibidos: "No decía palabras, acercaba tan sólo un
cuerpo interrogante, porque ignoraba que el deseo es una pregunta, cuya respuesta no
existe, una hora cuya rama no existe, un mundo cuyo cielo no existe".
La primera vez que supe que el deseo era objeto de estudio filosófico fue en una clase de la
facultad, cuando Deleuze y Guattari llegaron a mi en forma de rizoma y me llenaron la
cabeza de ideas provocadoramente excitantes. Ahí supe que el deseo es algo igual para
todos, pero que lo que nos diferencia es lo que hemos seleccionado como objeto deseado.
Los conceptos de la disciplina son extraños, por lo menos a mí me lo parecen en muchas
ocasiones, y consiguen disuadir mi curiosidad cuando no encuentro una explicación
aceptable.
De hecho, la misma filosofía de Deleuze es un claro ejemplo de lo que significa dejar
perplejo a quien te lee.
A veces la filosofía y determinados conceptos pueden parecer escritos en lenguas
extranjeras, pero si están explicados por artistas de la palabra, como es Jesús Ferrero, todo
queda en un placer más, en un objeto de deseo más, en un libro más, como este que te llena
de experiencias de alto voltaje porque se acerca a lo más íntimo de cada uno de nosotros,
aquello que más deseamos, comprender lo que somos, sí, lo que somos, porque si
entendemos eso, sabremos quienes llegaremos a ser.
El deseo forma parte de nuestra vida, una vida que es, exactamente la vorágine en la que
estamos metidos, un flujo, una corriente; no es más que el inevitable deseo de seguir hacia
adelante.
Nuestro deseo es inmanente, es a la vez valentía y miedo, es vida y muerte. Es lo que nos
mantiene alerta de nosotros mismos, lo que nos puede hacer ver lo que realmente somos,
justo, es aquello que nos hace aprisionarnos a la vida sin más remedio. El único límite del
deseo es el deseo mismo.
El deseo al que nos abrazamos en este libro es el mismo ser humano. Sus miserias y luces,
el todo y la nada, supone querer lo inalcanzable de manera imposible y a pesar de ello
existir. Es saber que convive con nosotros y que tenemos una mínima posibilidad de
vencerlo, y precisamente eso le da aún más fuerza, consigue aún, que lo deseemos más.
Pero no podemos pensar que el deseo en sí mismo es algo puro, no es así. Se trata de una
fantasía literaria construida por nosotros mismos al mencionarlo.
Porque todo lo que escribimos, todo lo que deseamos, lo hacemos para eso, para existir
aunque sea por un segundo, en alguna parte, aún si para existir nos tienen que escribir.
¿Es posible que una palabra represente nuestro deseo más profundo? Si nos remitimos a
Vernant, sí: la creación de un vocabulario de deseo es solidaria a la idea de sujeto humano
como agente de las acciones de las que se responsabiliza.
Es posible que nuestra vida gire en torno a encontrar una adecuada representación del
deseo, como ya lo hacía Platón como, más cercano a nosotros, lo hizo Lacan en Los cuatro
conceptos fundamentales del psicoanálisis
, cuando nos hace ver que, en el momento en el
que escogemos la palabra "désir ", nos estamos remitiendo a una mezcla de las teorías de
Freud y Hegel.
Es muy probable que nuestros deseos, más allá de Eros y Misos, sea una mezcla de nuestra
incapacidad para ser sinceros con lo que somos. Como decía Derrida, "el pensamiento es un
alma cuyo cuerpo es la lengua" y eso nos lleva a pensar que el deseo es el lenguaje en sí
mismo. Según eso, cuando aprendemos a desear, alteramos nuestras percepciones para que
todo lo que deseamos se parezca lo más posible a aquello que finalmente obtenemos,
porque la relación entre el deseo y la alteralidad nos traslada a infinidad de definiciones
relacionadas con el rizoma de Deleuze, aquel en el que nos introducimos sin apenas darnos
cuenta, cuando por fin, asumimos lo que estamos deseando, que no es otra cosa que a
nosotros mismos.
Pero a veces no es suficiente con saber qué deseamos, sino que necesitamos una imagen de
nuestro deseo. Eso es lo que nos ayuda a hacer Jesús Ferrero, esas son las experiencias que
nos llevan al lugar en el que mejor nos movemos, aquel donde más libertad encontramos,
pero poco a poco, porque hasta que no terminamos el libro, no entendemos la palabra. Al
fin y al cabo, como decía otro de los maestros de nuestro autor, no todos los días se puede
encontrar lo que está hecho para darnos la imagen de lo que deseamos.
Elvira Ramos