lunes, 30 de enero de 2012

Carta de amor y otros demonios.

Como decirte,
creo que mis ojos están muy cansados,
ven,
han visto demasiado de todo.
Así que me callo,
retengo mi aliento
y cuando noto que estás cerca,
o eso quiero creer,
me acurruco,
me abandono
y repliego todos mis principios
en eso que llaman corazón.
Entonces empieza a dolerme el estómago,
los ovarios, el cerebro
y si pongo la mano sobre el pecho,
justo en el lado
de eso que decía corazón
oigo tu nombre.
Y me emociono,
a veces debo y tengo que retener el aliento
para no gritar
que no estoy de acuerdo con el mundo,
que te tendría que haber conocido antes,
de otra manera,
mi otro yo
vamos, que tendría que haberme dado la oportunidad
de ser
en lugar de quedar
solo en un intento.
Y sin más apareces tú,
de la nada,
con un juego polimorfo
que lo único que consigue es hacerme sentir
libre
cuando estoy contigo.
Es
por eso, yo creo
que te quiero,
tanto.
Es
por eso que
cuando me dices hace meses,
(perfectamente pudo ser un día como hoy)
que la escritura es mi estado
natural
me haces reír y pienso
que mi estado natural
es seducir con las palabras,
solo
que de un tiempo a esta parte,
te ha tocado a ti.
Y te gusta y a mí
me gusta que te guste.
Basta.
Los dos sabemos qué buscamos,
necesitamos que encajen los objetos de funcionamiento
simbólico
que nos hemos inventado,
tú (para mí) y yo (para ti).
Unos objetos que encajan
en el hueco de la escalera
por la que nos tiramos
cuando nos conocimos,
no para morir
sino para volar
cogidos de la mano.
Somos unos cínicos
pero nos encantamos,
como los encantadores de serpientes
encantan a la fiera
con mucha delicadeza,
con sencillez
con un beso lujurioso en la boca envenenada.
Por eso cada uno sabemos
cuál es la posición que tenemos que adoptar en escena.
Nos sabemos
responsables
del amor.



Poema publicado inicialmente en la sección cultural de la revista RondaSomontano.com