jueves, 12 de enero de 2012

Epílogo del libro mencionado anteriormente

“Hay ciudades que son fotografías nocturnas de ciudades.”

Luís García Montero





Las ciudades son conceptos creados por nosotros mismos, una invención, y eso es lo que han visto.
Nada es real más allá de lo que ustedes quieran que sea, sin embargo, la ciudad que han contemplado en estas fotografías no era Almería, sino la de las almas que la habitan, la de las personas que la conforman, la de las ilusiones que la mantienen viva.
Las personas que han visto no son personas, son componentes de la naturaleza que lo único que tienen diferente a ustedes es la habilidad para parecer lo que no son, o quizá no son tan diferentes…

No importa si la fotografía tiene una perspectiva u otra, no importa si sabemos dónde y cuándo se realizó, lo que de verdad ha adquirido importancia con su ayuda es que ustedes han llegado al final del viaje de Rubén García, o eso creen, porque ahora llega lo mejor.
Las oscuridades dejarán de serlo, los miedos del principio habrán desaparecido, y las capacidades que creían olvidadas, esas que les permite avanzar en la vida, se habrán visto reforzadas con sus miradas libres hacia estas imágenes.
No duden en volver a contemplarlas las veces que sea necesario, no duden en pensar que no lo han visto todo, porque así es.
Lo que en las fotografías de esta exposición ustedes no han podido ver es lo que llevan dentro, las emociones que les han producido, las ilusiones que han recuperado y sobre todo la nueva forma de mirar que, es posible, hayan adquirido.
Ha sido duro para quienes no estuvieran acostumbrados a mirar el cuerpo con la naturalidad con la que nos lo ha mostrado Rubén García, sin embargo no deben olvidar que, lo que se nos pretendía mostrar, no era solo el cuerpo humano, sino la naturaleza misma, de la que participamos todos.
Si no hubiera tenido la oportunidad de conocer a Rubén no habría podido saber que este juego de naturalezas que hace es el que él mismo tiene en su interior.
El que ve en cada uno de nosotros, porque el fotógrafo es aquel capaz de ver más allá de lo visible, y él lo ha hecho.
Es cierto que lo artístico de su trabajo nos hace pensar que ha sido mucho el tiempo que ha empleado en la ejecución de estas imágenes, pero precisamente por eso, es digno de admiración que, a pesar del tiempo que lleva colocar todos los elementos de una fotografía de estas características, siga manteniendo ese ápice de lucidez, de naturalidad, de limpieza contemplativa como ocurre en el caso del trabajo que hemos visto, mirado, sentido, disfrutado.
Él ha sido el maquinista de este viaje, ha colocado nuestra oscura soledad en el andén que ha querido, nos ha ayudado con el equipaje, y nos ha indicado con una sensibilidad inaudita que era posible ver la luz al final del túnel, pero si sabíamos mirarla.
Ha sido curiosa esta forma del artista de situarnos al otro lado de la ventana para poder observar a aquellos que han osado ser observados, aquellos que un día, como usted quizá hoy, se vieron llamados por la necesidad de verse en algún lugar lejano geográficamente a su origen, pero cercano íntimamente en su corazón.
Porque el tiempo pasa por cada uno de nosotros a la misma velocidad que sus miradas han pasado por estas fotografías, apenas sin darnos cuenta, y como en un jardín hemos ido regando las flores que más nos gustaban, mirando aquellas imágenes que más emociones nos transmitían, pero ahora ha llegado.
Ha llegado ese momento de ser sinceros con nosotros mismos y reconocernos en cualquiera de ellas y comprender que no importa el tiempo gastado, que lo que importa es cómo se haya empleado y en qué.
Esa es la idea que nos quiere transmitir Rubén García con su trabajo, que la vida está ahí esperando, aunque nosotros nos empeñemos en no mirarla de frente en algunas ocasiones.
Podemos cruzar esa ventana del tiempo o mirarla desde cualquiera de los puntos equidistantes a ella que encontremos en nuestro recorrido, podemos crearnos un personaje capaz de ejecutar a la perfección el papel para el que hayamos sido encomendados, pero lo importante es que después de todo, seamos conscientes de que la vida va en serio.
De que nuestra soledad en el mundo, no es más que otro de los papeles que a la perfección interpretamos si estamos regidos por alguien con un talento para la escena como Rubén.
Que la vida va en serio, uno lo empieza descubrir más tarde, pero si miramos las fotografías que tenemos en este catálogo veremos, que la vida va en serio, cada día, cada hora, cada instante en los que nos enfrentamos, no para luchar, sino para ver más allá de lo que aparentemente nos ofrece a cada uno de nosotros.
No hace falta que sigan leyendo, habrán comprendido que están ustedes mirándose en un espejo, que no hay más ciego que el que no quiere ver, que el arte no está sino allá donde nosotros lo encontramos.