Arráncame, por tu dios, la costra
y lame el vacío que ahí encuentres.
Si te gusta te la comes a pedazos
y así no grito a solas más,
que del dolor no podía ya
ni pronunciar tu nombre.
Ser sangre a la vez que
limpiar la herida.
Morir con besos.
Algo de ternura que prestarme,
que todo lo que me pasa
es por mi escasez de ella y exceso de mí,
de lectura,
de escritura,
de mi falta de mesura en mirar
la vida.
Sí,
probablemente, eso será todo.