sábado, 22 de febrero de 2014
jueves, 13 de febrero de 2014
Música para camaleones
Primer movimiento
El ruido ensordecedor no aplaca mi sed,
no deja vacío mi hueco de ti,
hace tiempo que ya no aporta nada.
La luz difuminada me lanza hacia la otra luz,
el elixir de la eterna juventud
frente a la irreparable concepción
de qué es la vida.
Un golpe en mi corazón,
como si fuera de juguete
me regalas.
Apenas te importa.
Hoy está todo oscuro,
ya lo estaba desde ayer,
porque con mirarme me hieres
pero com verme no me salvarías.
Quiero gritar,
arrojarme para sentir y destruir tu fuego,
morirme de sed,
para que,
otra vez,
no se abra la grieta,
tal y como estoy,
por culpa del después,
de la luz de tus ojos,
del miedo a la soledad que ha perdido
hasta su nombre.
Movimiento número dos
Escribir de manera compulsiva
me facilita el dejar de pensar en ti.
O no.
En cómo llegar hasta el domingo,
habiendo soportado el martes,
y no querer morir en sábado
para poder decirle el lunes
a infinito que así como quiero.
Movimiento número tres
Se rompió,
no sé cuándo,
pero lo hizo.
Y ahora ya,
sólo me queda la tristeza
de comprobar que nunca
ha sido mío.
Movimiento número cuatro
Cómo es posible
-explicame tú que puedes-
que cuando suena la música
queda todo fundido en negro
si miro hacia dentro.
Será que solo hay hueco
y eso asusta.
Movimiento número cinco
El dolor persiste
aún
entre tanta belleza.
Quiero romper la jaula,
guardar uno a uno los pedazos,
y morir para poder resucitar sin ti.
Movimiento número seis
Sal y no dejes
ni siquiera los despojos
de aquello que tanto echas de menos
pero que nunca fuimos.
Movimiento número siete
No, por favor,
más,
otra vez,
no.
Movimiento número ocho.
Por fin me concentro en el aplauso,
Te fuiste y
respiré.
Hoy no era el día.
El ruido ensordecedor no aplaca mi sed,
no deja vacío mi hueco de ti,
hace tiempo que ya no aporta nada.
La luz difuminada me lanza hacia la otra luz,
el elixir de la eterna juventud
frente a la irreparable concepción
de qué es la vida.
Un golpe en mi corazón,
como si fuera de juguete
me regalas.
Apenas te importa.
Hoy está todo oscuro,
ya lo estaba desde ayer,
porque con mirarme me hieres
pero com verme no me salvarías.
Quiero gritar,
arrojarme para sentir y destruir tu fuego,
morirme de sed,
para que,
otra vez,
no se abra la grieta,
tal y como estoy,
por culpa del después,
de la luz de tus ojos,
del miedo a la soledad que ha perdido
hasta su nombre.
Movimiento número dos
Escribir de manera compulsiva
me facilita el dejar de pensar en ti.
O no.
En cómo llegar hasta el domingo,
habiendo soportado el martes,
y no querer morir en sábado
para poder decirle el lunes
a infinito que así como quiero.
Movimiento número tres
Se rompió,
no sé cuándo,
pero lo hizo.
Y ahora ya,
sólo me queda la tristeza
de comprobar que nunca
ha sido mío.
Movimiento número cuatro
Cómo es posible
-explicame tú que puedes-
que cuando suena la música
queda todo fundido en negro
si miro hacia dentro.
Será que solo hay hueco
y eso asusta.
Movimiento número cinco
El dolor persiste
aún
entre tanta belleza.
Quiero romper la jaula,
guardar uno a uno los pedazos,
y morir para poder resucitar sin ti.
Movimiento número seis
Sal y no dejes
ni siquiera los despojos
de aquello que tanto echas de menos
pero que nunca fuimos.
Movimiento número siete
No, por favor,
más,
otra vez,
no.
Movimiento número ocho.
Por fin me concentro en el aplauso,
Te fuiste y
respiré.
Hoy no era el día.
lunes, 3 de febrero de 2014
Contención
En solo un minuto nos diremos adiós...
Y luego nunca más nos volveremos a ver.
Esto ocurrirá en tan solo otro minuto.
Kenneth Rexroth
A todo el mundo le dicen que
cuando el dolor tiene un nombre
duele más, pero dura menos.
Que los días fríos, si miras a través
de las ventanas,
las voces quedan atrapadas
y escondidas.
Hoy está pasando todo muy lento,
me ha dado tiempo a construir una pértiga
y saltaré por los tejado de la ciudad
anunciando tu marcha
ahora sí,
para siempre.
Vida y muerte.
Entretanto,
un pequeño rayo de sol
irá deshaciendo todo lo que nos dijimos,
y cuando vuelva,
si dejo de contener el aliento,
seguro que habrán desaparecido nuestros
nombres dibujados en todos los cristales.
Y luego nunca más nos volveremos a ver.
Esto ocurrirá en tan solo otro minuto.
Kenneth Rexroth
A todo el mundo le dicen que
cuando el dolor tiene un nombre
duele más, pero dura menos.
Que los días fríos, si miras a través
de las ventanas,
las voces quedan atrapadas
y escondidas.
Hoy está pasando todo muy lento,
me ha dado tiempo a construir una pértiga
y saltaré por los tejado de la ciudad
anunciando tu marcha
ahora sí,
para siempre.
Vida y muerte.
Entretanto,
un pequeño rayo de sol
irá deshaciendo todo lo que nos dijimos,
y cuando vuelva,
si dejo de contener el aliento,
seguro que habrán desaparecido nuestros
nombres dibujados en todos los cristales.
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